jueves, 25 de febrero de 2016

Washington DC, USA

Igual que mi viaje a Nueva York, visitamos Washington DC de camino a Portland a ver a mi familia americana. Mis padres y yo estuvimos una semana en la capital americana, visitando museos y monumentos.

Washington DC es la capital de Estados Unidos. Se trata de una entidad diferente a los cincuenta estados que componen dicha nación, y depende directamente del gobierno federal. Se sitúa entre los estados de Virginia y Maryland y cuenta con una población aproximada de 650 mil habitantes. 

Edificio del Capitolio con el Monumento a Washington de fondo
La ciudad está llena de edificios de aspecto importante y oficial, de fachadas blancas y grandes ventanales. Obviamente el más emblemático de estos edificios es La Casa Blanca, hogar del presidente de EEUU y de su familia. Esta fue diseñada por George Washington y contruida en 1790. Tras un incendio en 1812, fue reconstruida y se le han añadido varias secciones a lo largo de los años.

Casa Blanca
Otro edificio muy destacable es el Capitolio. Este es el edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Se encuentra en el barrio Capitol Hill, formando una línea recta con otros dos de los monumentos más importantes: los Monumentos a Washington y a Lincoln. Tuvimos la suerte de poder tener una de las visitas guiadas que se ofrecen en el Capitolio y así ver las cámaras de Congreso. 

Otro gran edificio que recuerdo es la Biblioteca del Congreso. Se trata de una de las mayores bibliotecas del mundo, con más de 158 documentos. También alberga obras de arte, dibujos arquitectónicos, y valiosos instrumentos. 

Biblioteca del Congreso, edificio de Thomas Jefferson
Por último, de lo que más me gustó en Washington DC, fueron los museos Smithsonianos, pertenecientes al Instituto de Investigación Smithsoniano. Hay 22 edificios, de los cuales 18 están en esta ciudad. Mis preferidos fueron el Museo del Aire y el Espacio, donde pude ver montones de modelos de aviones y naves espaciales que se han ideo creando a lo largo de la historia, y el de Historia Americana, lleno de partes emblemáticas de la formación de los EEUU.

jueves, 18 de febrero de 2016

Madrid, Comunidad de Madrid

Han sido muchas las veces que he ido a nuestra capital nacional y también diversos los motivos. He de decir que, aunque quiera estudiar la carrera en Madrid, odiaría vivir ahí. La vida de las grandes ciudades es mucho más estresante que la que se tiene en Ourense.

Como ya dije, Madrid es la capital de España. Se encuentra en el centro del país, en medio de la Meseta Central. A pesar de su clima cálido y seco, cuenta con casi 3,5 millones de habitantes en su zona metropolitana. Esto lo convierte en la ciudad más grande no solo de España, sino también de la Península Ibérica.

En el último año he visitado Madrid dos veces, cada una con un grupo de personas distinto, lo cuál también te da perspectivas diferentes de la ciudad. La primera, en junio, fue con mis padres; es de esperar que al ir solo con adultos, el viaje está más enfocado hacia el turismo. Creo que de lo que más disfruté fue de poder subir al mirador del Palacio de la Cibeles, en plena plaza del mismo nombre. Estar ahí, con unas vistas de 360º de la ciudad, te da una perspectiva de lo inmensa que es. Pero casi tanto como de las vistas, también pude disfrutar de una obra de teatro y de ir al cine en versión original. Y claro, ahora es cuando los de las grandes ciudades leéis esto y no sabéis qué tiene de especial. En Ourense tenemos teatro, sí, tenemos UN teatro; podréis entender que la variedad de obras no es demasiado abundante... Y por supuesto que tenemos cine, pero lo único que podemos ver en versión original son las películas españolas y las gallegas (que no es que haya demasiadas). Y que sepáis que los raros no somos nosotros, la mayoría de ciudades de tamaño medio españolas están en la misma situación.

Mi vez más reciente fue hace unos meses, en septiembre, y fue con amigos. Si recordáis la entrada de Burgos (si no la leísteis, bajad la página y echadle un ojo antes de seguir), participé en un concurso nacional de vehículos de inercia este pasado junio con siete otros amigos. Como premio por haberlo ganado, la empresa organizadora del concurso nos regaló la estancia de una noche en Madrid y entradas para ir a ver la final europea de carreras de camiones en el circuito de Jarama. Podría hablar más sobre la carrera, pero esta entrada se centra más en la ciudad de Madrid (igual hago una entrada sobre ese viaje en otro momento). Esta vez, la visita fue menos centrada en el turismo (visitamos la Plaza Mayor, la Puerta del Sol y Gran Vía en poco más de una hora). Depués de cenar nos juntamos con unos conocidos y fuimos a las fiestas del barrio del Pilar. Una experiencia muy distinta a la que tuve con mis padres.

Así que de Madrid lo que más destacaría es la variedad de opciones para pasar el tiempo, pero si lo que buscas es tranquilidad... mejor quédate en casa.


jueves, 11 de febrero de 2016

Praia de Razo



No hay que ir lejos para descubrir lugares increíbles. A poco más de una hora norte de aquí de Ourense, se encuentra la playa de Razo, en la provincia de A Coruña. El año pasado fuimos mi año entero como excursiónd e final de curso al Art Surf Camp de Razo, un campamento de surf, durante cuatro días y tres noches.


La playa en si tiene una extensión de 1300 metros y está orientada hacia el norte. La época de mejores olas corresponde con el invierno aunque, por motivos obvios, suele recibir más tráfico de gente en verano. El Art Surf Camp comenzó su andadura en 2004 en este privilegiado enclave donde la naturaleza ofrece óptimas condiciones para la práctica de este deporte. Lo que buscan es ofrecer campamentos con una inmersión al 100% en el surf y la naturaleza y potenciar el destino de Razo como un punto de encuentro multicultural para aquellos que quieren empaparse de la cultura surfera.

Playa de Razo
En el Camp nos estructuraron en grupos de unos 7 alumnos, cada uno con su correspondiente monitor(a). Como cabe esperar, todos los monitores son amantes del surf y, en general, del mar. Ya que para muchos es la priemra vez manejando una tabla en las olas, los monitores nos ofrecen a todos pequeñas clases de preparación en las que nos explican cómo nos debemos colocar o cuáles son los movimientos que deberíamos intentar hacer. Una vez que los alumnos vamos cogiéndole el tranquillo, se nos permite surfear por libre por las tardes. En lo que todos están de acuerdo es en que la mejor manera de aprender, como en muchas otras cosas, es practicando.

A pocos metros de la playa, se encuentra el edificio en si del Camp. En él los alumnos se alojan en habitaciones con otros compañeros en función del tiempo que se queda cada uno. Además, el edificio cuenta con el Art Bar donde, aparte de su servicio de bar, se sirven las tres comidas en na zona común. Encima del edificio, existe una zona de relax donde se puede practicar desde pilates, yoga y estiramientos hasta longboard y skate en una mini rampa.


La experiencia en sí fue mil veces mejor solamente por el hecho de haber estado entre amigos. Este es uno de esos viajes que podría repetir infinitas veces

jueves, 4 de febrero de 2016

Berlín, Alemania

Desde pequeño he estado practicando el alemán, sea en clases particulares de conversación o cursando en la Escuela Oficial de Idiomas. Pero es bien sabido que la mejor manera de aprender un idioma es adentrarse en él completamente viajando a el lugar donde es hablado. Mi primera vez en Alemania fue por la zona del río Rin, pero prefiero dedicarle una entrada en otro momento. He tenido la oportunidad de volver dos veces al país, ambas con una familia de intercambio.

Región de Brandemburg
(la x marca dónde es encuentra Falkensee)
Aunque en el título de la entrada veáis claramente escrito "Berlín", al lugar exacto al que fui es a Falkensee, a unos 20 minutos del centro de Berlín en tren. Falkensee es la localidad más grande de su districto, Havelland, en la región de Brandemburg (la cual rodea a Berlín). La primera vez que visité a la familia fue en 2013 y la segunda, este pasado verano de 2015.


Fue una experiencia bastante diferente para mí, en especial la primera vez. Marvin, el chico alemán, vino primero a España durante dos semanas a vivir con nosotros, lo cual ayudó a que nos conociésemos mejor. Cuando me tocó el turno de jugar el papel de extranjero e ir con él a Alemania, al principio confieso que estaba muy nervioso. De repente me vi inmerso en un mundo de gente que hablaba muy rápido en un idioma que poco controlaba, pero cada día cogía más y más confianza (seguramente no estaba diciendo nada bien, pero yo el miedo a hablar lo perdí). De lo más difícil que tuve que hacer fue ir al colegio... si algunas asignaturas cuestan en tu propio idioma, ¡imagínate en uno que no controlas!

Como cabe esperar, estando tan cerca de la capital alemana y teniendo tal fácil acceso al centro (el sistema de S-Bahn funciona a la perfección), me tomé el lujo de visitar Berlín varias veces a lo largo de mis dos viajes. Berlín es una ciudad relativamente nueva. Con esto me refiero a que en ella no encontramos construccionas medievales o anteriores como es habitual aquí en España. La mayor parte de las construcciones anteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron destruidas en ella. Aún así, es una preciosa ciudad moderna, limpia y llena de pequeños detalles históricos.

Lo más emblemático de la ciudad es la famosa puerta de Brandemburgo. Esta se sitúa en el centro de la ciudad, justo donde solía estar el muro de Berlín. Muy cerca, se encuentra el Reichstag, el Parlamento alemán. Para mí este último fue uno de los lugares más impresionantes de la ciudad. Encima del Reichstag se encuentra una enorme cúpula de cristal a la que pueden subir los visitantes para tener una visión de 360º de la ciudad. Por otra parte, pude subir al mirador de la Catedral de Berlín (Berliner Dom). Esta se encuentra del otro lado del centro en la Museuminsel, la Isla de los Museos, llamada así por motivos bastante evidentes (sí, está llena de museos).
Reichstag
Me gustaría añadir que, a pesar de su fama y de todos los estéreotipos, los alemanes no están siempre enfadados y son extremadamente amables y educados. Puede que estén un poco locos pero, ¿quién no lo está?


jueves, 28 de enero de 2016

Camino de francés. Parte 2: de Nájera a Carrión de los Condes

En esta entrada retomaré el Camino de Santiago en el segundo tramo que hice: desde Nájera, en La Rioja, hasta Carrión de los Condes, en Palencia. Es una parte del Camino bastante más pacífica, ideal para aquellos que buscan poder reflexionar o encontrarse a si mismos. A excepción de Burgos y alguna que otra villa de tamaño considerable, la mayoría de poblaciones son pequeños y tranquilos pueblos castellanos, que contribuyen a esta sensación de paz.

Empezamos de nuevo donde lo dejamos, en Nájera, la Semana Santa de 2014. El primer día de esta etapa pasamos por la localidad de Santo Domingo de la Calzada (5600), de un tamaño considerable para el Camino de Santiago. Aún así, muchos sabréis de la primera entrada que nosotros no buscábamos las ciudades grandes, sino simplemente caminar nuestros 30km de media y dormir en el pueblo más cercano a esa meta, fuere el que fuere. Por ello, continuamos unos kilómetros más hasta llegar a Grañón, un pueblito justo antes de la frontera de La Rioja y Castilla y León.

Amanecer sobre Grañón
El segundo día, como es de esperar habiendo dormido cerca de la frontera, nos despedimos de La Rioja y nos preparamos mentalmente para la meseta castellana que cada vez nos quedaba más cerca. Este fue uno de los días que más agradezco haber hecho en primavera y no en verano. Nuestro día entero lo dedicamos a caminar entre campos verdes e infinitos de lo que supusimos que es trigo (en verano sería todo marrón y seco, de ahí que agradezca la época del año). Después de cruzar Belorado (2000), continuamos hasta Villafranca Montes de Oca (la del Bierzo nos queda algo lejos aún...). Recuerdo de este día el amanecer. Como de costumbre, nos levantábamos muy pronto para poder aprovechar y caminar bastante antes que saliera el sol y nos pillase el calor. Estando en una zona bastante plana, pudimos ver el sol salir y llenar en cuestión de segundos el cielo de gamas impresionantes de distintos colores.

Catedral de Burgos
Nuestro tercer día recuerdo que fue bastante largo y caluroso, pero fue muy bien recompensado. Saliendo de Villafranca, continuamos por sinuosos caminos de unos pequeños montes durante unos 12km hasta llegar a San Juan de Ortega (20...), donde paramos a desayunar. De ahí comenzamos a descender hacia Burgos, pasando por la conocida localidad de Atapuerca (famosa por los yacimientos arqueológicos). La entrada a Burgos (170000), como a cualquier gran ciudad, es bastante liosa, ya que hay montones de diferentes caminos que se pueden tomar. Nosotros optamos por coger una ruta más verde y bonita que la recomendada y nos hospedamos en Castañares, un pueblo que ha sido absorbido por la ciudad y ahora se podría decir que es una continuación de ella. Y como dije, este día fue muy bien recompensado ya que, como siempre que puedo pasar por Burgos, comimos lechazo.

Siguiendo el río Arlanzón, entramos con frío en la ciudad propiamente dicha a la mañana de nuestro cuarto día. Si queréis leer más, podéis clicar aquí para ir a mi antigua entrada sobre Burgos. Saliendo del centro urbano, nos esperan aproximadamente 10km casi completamente llanos. Después, comenzamos a ascender a una pequeña meseta que, a pesar de ser llana en la cima (obviamente), requiere ascender mucho en muy poco. Justo al otro lado, Se encuentra Hornillos del Camino (100), donde decidimos pasar la noche.

Aprovechando que el terreno es más llano en estas zonas, pudimos subir un poco la media de las distancias recorridas cada día. Nuestro quinto día de esta semana estuvo marcado por una gran decepción en el desayuno. En nuestra genial guía del peregrino, vimos un lugar a una buena distancia de Hornillos donde teníamos pensado parar a desayunar: San Bol. Este lugar, resultó no ser más que una casa. Este descubrimiento significó tener que continuar otra hora más hasta llegar al próximo pueblo. Continuando el camino, depués de parar a reponer fuerzas, nos encontramos con unas preciosas ruinas del antiguo convento de San Antón y, más adelante, con el característico castillo en ruinas encima de Castrojeriz. Con un último esfuerzo, llegamos a Itero de la Vega, nuestro destino. Este pueblo se sitúa justo en la frontera entre Burgos y Palencia, sobre el río Pisuerga.

Ruinas del Convento de San Antón
Nuestro sexto y últimodía de esta etapa será por siempre recordado, por desgracia, como el único día que nos llovió en todo el Camino. Desde que salimos de Itero hasta que llegamos a Carrión de los Condes (2400) tuvimos que llevar los chuvasqueros puestos para resguardarnos del agua. Aún así fue un gran día para caminar: habiendo estado caminando ya varios días, nos habíamos acostumbrado por fin al caminar y todos nos nuestros dolores habían quedado en el olvido. Además, como es de esperar en la Meseta, el terreno es extremadamente llano. Por fin en nuestro destino final, nos juntamos con mi madre y volvimos (agotados) a casa.

Último día lluvioso
Como en la entrada anterior, podéis ver el mapa interactivo de nuestro camino hasta esta semana en el siguiente link:

Ver mapa

jueves, 21 de enero de 2016

Mi "Tour de France". Parte 1

Voy a dedicarle una entrada a una viaje que hice con mis padres en 2009 en coche por diferentes partes de Francia. En total, estuvimos tres semanas visitando diferenctes localidades francesas, comiendo fromage y viendo algunos de los monumentos galos más emblemáticos. En esta entrada hablaré de la mitad del viaje, hacia el norte, y, posteriormente, haré otra de la vuelta a casa.

Aprovechamos que íbamos desde Ourense hacia Francia para visitar a mis abuelos en Gijón (si seguís mi blog sabréis ya que tengo familia asturiana). Después de nuestra breve parada en el norte peninsular, seguimos la costa cantábrica hasta llegar a la frontera francesa. 
Raclette

Nuestra primera localidad a visitar fue Biarritz. Ese día inicial no dio para mucho, ya que habíamos estado conduciendo desde Gijón y paramos en Bilbao para comer. Biarritz es una pequeña localidad costera, en la que dimos un paseo por la playa y nos empezamos a acostumbrar a oír el nuevo idioma.

De Biarritz, fuimos a Burdeos (Bordeaux), una ciudad de un tamaño más considerable. El principal recuerdo que tengo de este sitio es la cena. Mi padre y yo compartimos una raclette que, como buen amante del queso que soy, disfruté hasta el último segundo. La raclette es un queso que se sirve sobre un soporte y se funde, debajo del cual colocas comida (patatas, embutidos, panes...) para embadurnarla del delicioso fromage.

Siguiendo la costa oeste francesa hacia el norte, llegamos a la localidad portuaria de La Rochelle. Como en muchas otras ciudades francesas que visitamos, lo más impotante que vimos fue el ayuntamiento. La arquitectura de algunos de estos edificios semeja la de los famosos palacios franceses (château), con sus típicas fachadas blancas y tejados de pizarra azules. Otro monumento conocido es el Fuerte Boyard, una cárcel construida en medio del mar, a unos 16 kilómetros de la costa.

Cambiando de paisaje, fuimos a una casa rural, en medio de campos y campos de viñedos cerca de Chinon. La casa se llamaba Domaine de Beauséjour y, a parte de ser la bodega de la zona, ofrece camas para turistas. Desde ahí, nos desplazamos por toda la zona del valle del Loira, visitando algunos de sus palacios más espactaculares. Un día, decidimos visitar Montsoreau, unas minas abandonadas que dejaron cuevas en la ladera de un monte. Ahora se usan como criaderos de todo tipo de setas comestibles, que crecen en pequeños bloques de tierra compacta gracias a la humedad de las cuevas. También visitamos la preciosa población de Saumur, conocida por su palacio y nos dimos un paseo por el Château de Chenonceau, uno de los más conocidos de Francia.

Château de Chenonceau
Mont Saint Michel


De ahí, conducimos hasta uno de mis lugares preferidos de la visita, el Mont Saint Michel. Se trata de un monasterio completamente rodeada de mar salvo por una pequeña carretera que lo une con el resto del continente. Por dentro de sus enormes paredes, podemos encontrar un pueblo medieval y, en su centro, la magnífica abadía dedicada al arcángel que da nombre al lugar, San Miguel.



Siguiendo nuestro camino hacia el norte, visitamos Caen y Bayeux, dos ciudades preciosas, de camino al cementerio norteamericano de Omaha Beach. Este último fue sin duda de los más duros momentos de mi vida, viendo hileras e hileras sin fin de tumbas. Después de mojar los pies en el mar y despejar las ideas, continuamos hacia el este, llegando al pequeño pueblo de Honfleur. Lo recuerdo muy bien, no solo porque fuera el único lugar donde nos llovió, sino porque la iglesia era completamente diferente a todas las otras que habíamos visto hasta entonces. Estaba hecha íntegramente de madera en el interior y me recordaba a construcciones vikingas, nada que ver con los enormes palacios franceses. Ya finalizando el camino hacia el norte, pasamos por Rouen y Amiens, ambas con catedrales de gótico flamígero, llenas de formas y figuras.

Cementerio de la playa Omaha
Os contaré como fue el viaje de vuelta y la visita a sitios como París, Orleans o Tours, en otra entrada futura. ¡Aún queda mucho que decir sobre este viaje!


jueves, 14 de enero de 2016

Deschutes River, Oregon

Voy a empezar este nuevo año en mi blog (tuve unas largas y merecidas vacaciones) con uno de mis sitios preferidos de todo el mundo: el río Deschutes. El motivo de que me encante de esta manera es que es el lugar donde suelo hacer las excursiones de rafting con toda mi familia americana.

Maupin y el río Deschutes
El río Deschutes es un afluente del río Columbia, en el estado de Oregon. Es conocido por sus enormes rápidos, que atraen a grandes grupos que buscan algo de aventura. Se sitúa al este de la cordillera North Cascades, en una zona extremadamente seca y calurosa. Siempre me gustó la zona, porque me recuerda al estilo de las películas de vaqueros del salvaje oeste.

La familia nos solemos reunir en una pequeña localidad llamada Maupin, pegada al río, para agruparnos y organizarnos. Normalmente usamos dos balsas y dos o tres (¡o ninguna!) kayaks, pero todo depende de cuántos vamos y cuánto tiempo.

Una de nuestras balsas, 2014
Una de las veces que mejor me lo pasé, fue cuando nos tomamos tres días enteros para hacer el descenso. Bajábamos por el río por la mañana hasta el atardecer, arrimábamos las balsas a una orilla, buscábamos un buen lugar de acampada y montábamos las tiendas de campaña. Así durante tres días. No solo me lo paso bien por estar con mi familia, que es una obvia ventaja, pero el lugar, el tipo de terreno, los animales salvajes... todo es diferente al tipo de turismo más habitual, convirtiéndolo en único. Además, como sabréis si leéis mi blog (si no lo hacéis, deberíais empezar ahora mismo), me encanta estar al aire libre y en zonas remotas y con pocas huellas humanas.

Una bonita tradición a la que le tengo mucho aprecio es una foto que me suelo hacer con mi abuelo, manejando cada uno un remo de la balsa principal durante el descenso. Es especial porque tenemos una foto así de cada vez que vamos y en ellas se puede ir viendo como voy creciendo a lo largo de los años.


Con mi padre en una canoa, 2008
Además, de las mejores sensaciones que se pueden tener para mí en esta vida es la adrenalina de ir en una canoa y ver llegar uno de los rápidos grandes. Recuerdo, en una de las veces más recientes, que iba en una canoa de dos personas con mi padre cuando nos estábamos acercando a uno de los rápidos más famosos de todo el río, Boxcar. Es muy habitual volcar ahí, sobre todo en una canoa, ya que el rápido básicamente es un gran remolino que lanza a la embarcación escopetada hacia una enorme roca cercana.  Sinceramente, no sé cómo salimos de ahí sin volcar. Nos pilló bastante desprevenidos, nos vimos de pronto dando vueltas, con el kayak casi del revés,  pero conseguimos salir del remolino hacia la enorme roca y, de alguna manera, "grindar" a lo largo del borde de ella, como con un monopatín.


Obviamente, si queréis probar la experiencia del rafting, podéis ir a muchos lugares por el mundo, pero os garantizo que el Deschutes es un éxito asegurado.